¿De qué va la notafilia?
Un billete de ida y vuelta al corazón del coleccionismo.
La divertida fiebre por un trozo de papel impreso, en diferentes países, con distintos formatos y valores.
Por Pablo Raimondi
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INTERCAMBIO. Las consultas en catálogos e información de cada billete, motivo de conversación en las reuniones de los notafílicos. (Foto: Constanza Niscovolos) |
Si hay un universo que retrotrae a la infancia, ése es el de los billetes de todo el mundo, pasaportes en papel (moneda) que, de sólo observarlos, la mente podía volar hacia los lugares de origen. No había limites.
Aquéllos que comenzaron, de chicos, a juntar billetes -como ofrenda de algún familiar o amigo que lo regalaba luego de un viaje al exterior- era un primer acercamiento hacia culturas lejanas y desconocidas.
Hoy, la pasión por el coleccionismo de billetes está más vigente que nunca, incluso teniendo en cuenta las facilidades tecnológicas para hacerse con ellos: catálogos en línea, grupos de Facebook (como el de
Coleccionistas de billetes, que cuenta con unos 12 mil miembros), rincones de compra-venta-intercambio vía redes sociales u oferta en Mercado Libre.
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CARPETAS Y MAS CARPETAS. Cada billete se luce en folios ordenados por valores, países y temáticas. (Foto: Constanza Niscovolos) |
Para la hora del “mano a mano”, siguen vigentes las clásicas reuniones de aficionados que pueden ir, los domingos por la mañana, al Parque Rivadavia (o el bar El Coleccionista, en caso de mal clima), hasta encontrarse en lugares especializados como pueden ser la infinidad de casas numismáticas que pululan por galerías de Capital Federal, conurbano y el interior del país. Hay para elegir,
Pero, como todo tiene su historia, vale aclarar que el billete -como medio de pago o atesoramiento- tiene un antiquísimo origen. “Fue durante la dinastía Song del Norte (980-1127 d.C.) cuando se implementó de forma exitosa el uso del papel moneda, a través de la emisión de los jiaozi, que funcionaban como una especie de certificados de depósito, lo que aligeraba el transporte a través de largas distancias de pesadas cantidades de monedas que, individualmente, tenían un muy bajo valor”, explica Santiago Blanco, miembro de Adventvs Numismática Antigua.
Según Blanco, también director adjunto de la revista numismática Hécate, “los pocos jiaozi que se conservan se exhiben en algunos grandes museos. De hecho, son el papel moneda más antiguo del que tenemos evidencias materiales”.
Mucho más acá en el tiempo, el coleccionismo de billetes mundiales (NdR: en esta nota no se incluyen las emisiones locales) es una curiosa forma para rescatar la historia del dinero, como así también tomarle el pulso al linaje económico del planeta.
A diferencia de muchos coleccionismos -que se pueden apreciar en museos-, el de billetes del mundo tiene una casi nula exposición en vitrinas de la Argentina, y sólo se reúnen en manos privadas, siempre en impecables folios transparentes para billetes, sean rígidos o flexibles.
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FANTASIAS. Tampoco faltan los billetes temáticos. (Foto: Constanza Niscovolos) |
¿Por dónde comenzar? “Es muy personal, hacer algo inabarcable implica tener siempre el juego abierto. El puntapié ideal es hacerlo geográficamente o por épocas”, explica Facundo Vaisman, tesorero del Centro Numismático Buenos Aires (CNBA).
Una de los ejes del 3° Encuentro de Coleccionistas de Billetes -celebrado en el CNBA- fue la charla Temáticas de colección, que cerró la jornada. Allí se debatió acerca de los distintos criterios: ¿Por continente o por país? ¿Por períodos de tiempo? ¿Por unidad monetaria? ¿Por personajes o hechos históricos? ¿Tomando en cuenta la flora, fauna o arquitectura de cada país? La discusión es infinita.
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SERIES. Algunas de las que se mostraron en la 3° Convención de Coleccionistas de Billetes. (Foto: Constanza Niscovolos) |
“Es recomendable dedicarse a un país determinado, limítrofes con la Argentina sería una buena opción. Podés acceder a catálogos de clasificación de la nación que elijas, que son fáciles de conseguir”, dice Vaisman.
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BRASIL. Los países limítrofes, aconsejables para comenzar la colección de notafilia. (Foto: Constanza Niscovolos) |
La “Biblia” de la notafilia es el World Paper Money, que contiene tres volúmenes: billetes desde 1368 hasta 1960, desde 1961 a la fecha, y los especializados (bonos, emisiones no gubernamentales, de guerra). Estos libros informan el valor referencial de mercado de cada billete según el estado de conservación. Y también lo orienta en cuanto a la fecha, valor y emisión de la pieza. Crucial.
Por último, otro de los aspectos sugeridos es por “unidad monetaria”, con mayoría de adeptos. Y, para los más avezados, reunir por firmas, años de emisión, tipos de filigrana, números de serie o letra.
¿Un ejemplo curioso? El libro Mujeres en monedas y billetes de América (de Mabel Ros), orienta si se quiere apuntar la colección notafílica en figuras femeninas. A coleccionar.
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EL ELEGIDO. El billete con mayor cantidad de ceros impresos, el de 100 trillones de dólares de Zimbabwe. (Foto: Constanza Niscovolos)
Federico De Ansó (72): El amante de los ceros
La hiperinflación es un término que atrapa a Federico de Ansó (72), un coleccionista de billetes que se puso como meta reunir la mayor cantidad de ejemplares relacionados a los períodos más críticos de distintas economías. “En la Argentina llegamos a tener billetes de 1 millón de pesos, por eso lo quería comparar con tres países como Hungría, Zimbabwe y Yugoslavia, las inflaciones más extremas que detecté”, dice quien tardó quince años en armar su colección.
En el caso de Hungría, comenzó cuando se independiza de Austria y, a fines del siglo XIX, tenía una moneda que se llama “corona”. Al llegar a la Primera Guerra Mundial comienzan los problemas de financiamiento y se genera una potente inflación. “La corona comienza a crecer en su valor (hasta un millón) y luego cambió la moneda: el pengo”.
ZIMBABWE. La serie inflacionaria de ese país. (Foto: Constanza Niscovolos)
A partir de la 2° Guerra Mundial, se repite el proceso inflacionario y el billete comienzan a sumar ceros: de diez mil pasa a cien mil. “A mediados de los años ‘40 explota la hiper, llegando a emitirse moneda con un valor de un millón de millones (un millardo), mil millones de millones y hasta serie de billones: como el de mil millones de billones (o 100 trillones de pengo), que tenía 20 ceros, aunque en el billete no se colocan”, dice.
YUGOSLAVIA. Una acumulación de ceros, en versión papel moneda. (Foto: Constanza Niscovolos
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De Ansó comienza a pasar carpetas con varias piezas de cifras astronómicas y dibujos llamativos, como los de Yugoslavia. “En los ‘90, su moneda -el dinar- se empieza a disparar. Y pasan a tener series de cinco: desde los 5 millones hasta 500 mil millones”.
Por último, De Ansó habla de la hiper de Zimbabwe que -al lograr su independencia- emitió dólares que después devaluaron. ¿El resultado? “Billetes de 25.000 millones y hasta el de 100 billones, con 14 ceros impresos”.
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LA JOYA DE LA CORONA. Andrés D´Annunzio muestra 10 dólares de Australia, su billete plástico preferido. (Foto: David Fernández)
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Andrés D´Annunzio (46): El coleccionista de polímeros
¿Billetes de polímero e híbridos? Sí, la imaginería coleccionista da para todo, y si no pregúntenle a Andrés D’Annunzio (46), un asesor de seguros que enfoca su colección a las nuevas tecnologías de impresión y desarrollo notafílico: los polímeros e híbridos.
El primer billete que funcionó con esta tecnología proviene de Australia (1992), con tintas que podían impregnarse en el polímero. “Hubo muestras en la década del ‘60, pero no resultaron, el origen de estos billetes solía ser conmemorativo para ver si eran aceptados por el público”, comenta Andrés, que ya reunió la mitad de este tipo de billetes que se hayan emitido en el planeta.
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MUESTRA COLORIDA. Un panorama de la colección de D´Annunzio, con billetes polímeros e híbridos. (Foto: David Fernández) |
¿Cuáles son los países que más billetes polímeros tienen en circulación? “Australia, Canadá, Nueva Zelanda, Papúa Nueva Guinea, Rumania y Vietnam, por citar algunos. Para aplicarlos en la Argentina, primero habría que cambiar la tecnología de impresión de billetes local, y también oír la opinión de la gente”, dice D’Annunzio apuntando que, en cuanto a precios de mercado, los polímeros varían entre 50 pesos y 100 dólares.
Después de los billetes plásticos, llegan los híbridos, una combinación de polímero y algodón que puede diseñarse bajo dos formas: el polímero plástico entre medio de dos planchas de algodón, o al revés, el algodón sangucheando al plástico. También existe una tercera variable, la de un billete de algodón que incluye una pequeña tira plástica.
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HIBRIDO. Un billete de 50 francos suizos con un núcleo de polímero y dos capas de algodón. (Foto: David Fernández) |
La ventaja de estos billetes es la durabilidad (“aunque no podés doblarlos ni marcarlos”), y soportan entre tres y cuatro veces más que el billete de algodón. “Además es más higiénico, seguro y más difícil de falsificar. Lo negativo es que con la humedad y el calor, se podría despegar la capa plástica”.
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EL COLECCIONISTA. Claudio Fernández eligió el billete de las Indias Orientales Neerlandesas, como su preferido. (Foto: Diego Waldmann)
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Claudio Fernández (54): El que juntó 4.000 billetes
“Primero el billete, luego el estado de conservación, y la historia que te pueda contar”. Esas son las dos máximas de Claudio Fernández (54), uno de los coleccionistas más importantes del país: tiene unos 4.000 billetes de unos 200 países (muchos de ellos hoy no existen). “Me atraía pensar cuál sería el dinero de otra nación”, era su excusa perfecta para dedicarse a juntar papel moneda.
Corrían los años ‘80 y él trabajaba en el kiosco del espigón internacional del aeropuerto de Ezeiza. “Tres días se lo dedicaba a eso y los otros a la banda”, dice en referencia a Don Cornelio y la Zona, la banda en la que cantaba Roberto “Palo” Pandolfo y en la que Claudio estaba a cargo de la batería.
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SU OTRA PASION. Aparte de un ávido coleccionista de billetes, Fernández fue el baterista de Don Cornelio y la Zona. (Foto: Diego Waldmann)
“A los clientes del kiosco les preguntaba si tenían algún billete. Y como souvenir ligué hasta uno de Botswana, un país que, por entonces, ni sabía que existía”, dice entre risas.
El cambio drástico fue cuando la familia de su esposa -de tradición filatelista- lo orientó diciéndole que existían catálogos. “Ahí arranqué en serio, en el 2000 iba al Mercado de Pulgas a revolver. Como hoy, no tenía un enfoque puntual para la colección”, dice el titular del blog Billetes del mundo.
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DE TODO COMO EN BOTICA. Claudio tiene varios billetes repetidos y en estados de conservación diversos, que los utilza en su mayoría para canjear. (Foto: Diego Waldmann)
Su bunker de billetes en su casa de Floresta es una gran cajonera con cientos de sobres transparentes, rotulados. Y saca su preferido: el de las Indias Orientales Holandesas, de 1939. “Es la historia del mundo, tiene componentes militares y comerciales: el reverso del billete está escrito en cuatro idiomas”.
Claudio reconoce que casi no compra billetes, sino que canjea (personal o vía carta) y, aunque suene increíble, muy pocas veces vende piezas. “Hay que leer mucho, mi país de billete preferido es Checoslovaquia, que incluye hasta desnudos, algo inusual”.
BILLETES DE EMERGENCIA. Los períodos de guerra derivó en la emisión de notgelds, aquí uno de Alemania, el elegido por Subirá. (Foto: David Fernández)
Gastón Subirá (46): Por la huella de los notgelds
Las crisis económicas e hiperinflaciones europeas, entre 1914 y 1923, apasionan a Gastón Subirá (46). Entonces, este economista -que daba clases del tema utilizando billetes y reconstruyendo historias-, se acercó a una emisión muy particular: el notgeld.
¿Qué son? Billetes de emergencia regionales -emitidos durante esa época en Alemania y Austria- con un alto contenido artístico en su diseño, como así también elaborado en varios materiales: papel, tela, madera, cuero y hasta metal. “Eran emisiones con una circulación acotada y que además ‘contaban’ un padecimiento: era la catarsis notafílica que hace un pueblo frente a la miseria”, destaca este bibliófilo financiero.
HISTORIAS. Desde la óptica de cada región, estos billetes cuentan episodios que sucedían en época post 1° Guerra Mundial. (Foto: David Fernández)
Un billete que muestra a un hombre con sus bolsillos vacíos, otro que representa cómo los Aliados se repartían parte del territorio alemán (producto del Tratado de Versalles) y varias series con historietas satíricas son algunos de los motivos de estos bonos, que pueden conseguirse desde los 30 pesos en adelante. “Gran parte de mi colección la compré por Internet a vendedores de Alemania y Austria, debo tener unos 3.000 billetes”, comenta Gastón, mientras muestra bonos con motivos medievales, animales, paisajes o personas que buscan un plato de comida.
MATERIALIDADES. Aparte del papel, los notgelds se imprimían en cartón, tela, madera y metal. (Foto: David Fernández)
Entre los tantos billetes que tiene Subirá, hay algunos llamativos: emisiones utilizadas con fines propagandísticos en las cuales se percibe el origen del mal. Son notgelds con cruces esvásticas y mensajes antisemitas emitidos a comienzos de los años ‘20, cuando el nazismo daba sus primeros pasos. “Los notgelds más valiosos son las series con sus sobres originales, en perfecto estado, que también podían estar troquelados, para fraccionar su valor”, cierra Subirá.
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